La noche mágica de los Rolling Stones Con las 22.00 horas de la noche de San Juan dadas, prendió en Anoeta la hoguera rockera de los Stones. Más de 30.000 espectadores, que no lograban el lleno completo, habían tenido tiempo de contemplar el apabullante montaje escénico de la gira A Bigger Bang. Iñaki Zarata | DV San Sebastián | 24 de junio
Más de cuatro décadas les ha costado a los Rolling Stones actuar en Gipuzkoa y aterrizaron ayer en el estadio donostiarra, justo cuando sus moradores han descendido de categoría, cuatro décadas de clasificación de honor. Habrá que tomarse su visita como talismán de buena suerte para el futuro de la mucha gente que disfruta con las correrías futboleras de Anoeta. Pero la multitud que se congregó anoche buscaba a los cuatro imbatibles campeones del rock de élite.
No consiguieron llenar campo: las calvas de las gradas han aparecido en casi todos los shows de su gira europea. Si en taquilla había papel para 40.000 espectadores, la entrada rondó los 35.000, según los organizadores. Una masa plural en género, edad y estéticas, aunque la media de años tirara hacia arriba; no actuaban U2 o Dêpeche Mode, que han precedido a sus satánicas majestades.
Quienes precedieron en el macroescenario a los protagonistas fueron sus invitados como teloneros. El cuarteto bilbaíno Zenttric no tiene aún disco en la calle, pero acumula varias salidas en público por delante de artistas conocidos. Se nota por tanto una cierta soltura grupal entre el cantante Gutxi, el guitarra Mikel, el batería Moe y el bajista Iñigo.
Su propuesta, en clave de pop-rock actualizante, tiene bastante pegada vocal en lo melódico, prometedora conjunción instrumental y correcto descaro escénico. Como suele pasar en estos actos, hubo mucho despiste entre el aún poco público asistente y fueron despedidos con educadas palmas.
Un poco más clásico pareció el tono pop-rockero del cantante-guitarrista surafricano Arno Carstens. El atractivo rubiales se dio a conocer con el desenfado del grupo New Porn y escora en solitario a esquemas más standards, con particular acierto en las baladas. Mensaje sonoro y estético apropiado aunque no obtuvo mayor entusiasmo, excepto en las primeras filas; apenas nadie les conocía por aquí.
Fuego estivalCon las 22.00 horas de la noche de San Juan dadas en el reloj, prendió en Anoeta la hoguera rockera Stones. Todo el mundo ocupaba lugar de modo ordenado y había tenido tiempo de contemplar el apabullante montaje escénico de la gira A Bigger Bang.
La conjunción de guitarra-batería, a las que se unió un alborotado bajo y la festiva voz de Mick Jagger anunciaba la habitual bienvenida oficial: Start me up, bonita pieza con feeling que puso en canción a la entusiasmada masa.
Jagger, saltarín incansable, se movía sobreactuado, comunicador, incluso acudió al euskera con un recurrente «¿Kaixo Donostia, zer moduz!» y, como broma, el frontman se atrevió a preguntar si había algún bilbaíno entre la audiencia. El pirata Keith Richards, con sus peculiares atuendos medio zíngaros, paseaba los riffs y acordes de su guitarra con sonrisa socarrona, moviéndose hacia el centro, junto a la batería, o al encuentro de su colega Ron Wood.
Ronnie, flaco como Jagger, sigue siendo la imagen del guitarra rockero desenfadadamente estilista. El ex Faces es perfecto apoyo, dúo y complemento guitarreros para un Richards siempre conocido por meter más de una gamba sonora en sus actuaciones.
Viajan los Rolling con el refuerzo de los viejos zorros Darryl Jones y Chuck Leavell, al bajo y los tecladose. El siempre tórrido saxofón de Bobby Keys. La racial morena Lisa Fischer como apoyo coral en clave soul. Los coros menores de Blondie Chaplin (que apoyó con la guitarra acústica) y Bernard Fowler. Y el trío de vientos Tim Ries (saxos y teclados), Kent Smith (trompeta) y Michael Davis (trombón).
RepertorioEl repertorio (unos 19 títulos) apenas dejó espacio al último disco que da nombre a la gira, con la rugosa Rough justice. Se sale de guión propio en el homenaje a James Brown, I'll go crazy. Y acumula una primera lista de títulos ya universales: Can't you hear me knocking, Tumbling Dice... Keith tuvo su habitual momento autónomo de gloria, entonando con su ya conocida falta de punch los aires de Wanna Hold You. La fiebre se elevó en el esperado momento en el que los Rolling se encaraman sobre el público en una plataforma hidráulica, con arrebatadoras tonadas como It's Only Rock'n Roll (But I Like It).
Y el desboque final rozó el éxtasis, himno tras himno: Honky Tonk Women, el akelarre sanjuanero Sympathy for the devil, Jumpin Jack Flash, Brown sugar o el riff más conocido del globo, Satisfaction. Dos horas de catarsis. Y, como en sanfermines, todos queríamos más; el vecino se quejaba de que en su lista favorita faltaban Under my thumb o You Can't Always Get What You Want. La fantasía Stoneslandia se disipó entre fuegos artificiales. Que le quiten a Anoeta lo bailado.
Cuatro balarrasasEn 45 años de correría los Rolling han dejado en el camino tres colegas (los miembros originales Brian Jones y Bill Wyman, y Mick Taylor). El guitarra Ron Wood pasará a la historia como escudero más famoso del género. Más equilibrada su dependencia alcohólica, cubre con mayor soltura y eficacia que nunca a un Keith Richards que parece el más achacoso de los cuatro. Sobre esa conjunta base guitarrera y el apoyo de los nueve colaboradores aporrea el ritmo del show un milimétrico Charlie Watts. Le queda a Mick Jagger la tarea más sudorosa: dar la cara. El oficio y la experiencia logran el perfecto equilibrio grupal y la satisfaction de su público.